Si supieras en todo lo que influye la forma en la que te alimentas, te sorprendería. Porque dentro de tu cuerpo, más precisamente del intestino, habitan importantísimas bacterias que pueden marcar tu calidad de vida: desde atacar al Covid-19 hasta mejorar o empeorar tus posibilidades de una enfermedad neurológica.
Tu cuerpo es también el hábitat de cientos de miles de microbios. De hecho, en él hay más células bacterianas que humanas: tenemos dentro cerca de 100 billones de bacterias.
A esa comunidad de bacterias en nuestro interior se le denomina microbioma, que mantiene un sistema en el que cada una cumple una función determinada en equilibrio con las demás.
Las que residen en el intestino tienen una función muy particular en tu cuerpo: elaborar una respuesta inmunitaria ante cualquier patógeno.
Son estas células bacterianas las que se encargan de protegernos frente a toda clase de virus, desde el de la gripe hasta el norovirus y el rotavirus, que causan gastroenteritis. Las bacterias "ordenan" dentro del intestino a las células inmunitarias especializadas y les indican incluso cuándo deben generar proteínas antivirales para evitar o eliminar infecciones.
La dieta en el microbioma. Por todo esto, parece evidente que el microbioma intestinal es sumamente necesario para mantener una vida saludable. De no tener ese ecosistema interno para actuar sobre los patógenos, nuestro sistema inmunológico sería mucho más vulnerable.
Pero, ¿de qué depende un microbioma intestinal bueno? Como prácticamente todo en el mundo de la salud, la alimentación juega un rol fundamental en el mantenimiento de un microbioma intestinal saludable y preparado para protegernos de enfermedades.
"Nuestra defensa inmunológica es parte de una respuesta biológica compleja contra patógenos dañinos, como virus o bacterias. Sin embargo, debido a que nuestros cuerpos están habitados por billones de bacterias, virus y hongos en su mayoría beneficiosos, la activación de nuestra respuesta inmune está estrictamente regulada para distinguir entre microbios dañinos y beneficiosos", explica la microbióloga Ana Maldonado-Contreras en un artículo para The Conversation.
Sin embargo, las personas que sufren de enfermedades crónicas inmunodeficientes, como diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares, tienen más dificultades para mantener un microbioma saludable.
Como su sistema inmunológico no logra identificar cuáles son los microbios dañinos de los beneficiosos, los rechaza a todos. Y ante la dificultad de generar bacterias protectoras, es más difícil dar una respuesta inmune ante una amenaza.
Del mismo modo los bebés nacidos por cesárea, las personas que mantienen una alimentación deficiente y los ancianos también presentan alteraciones en su microbioma. Para todos estos casos es importante tener en cuenta que la alimentación puede ser la ayuda que necesitaban.
Maldonado-Contreras asegura que, de acuerdo a los alimentos que consumamos, serán las bacterias que lograremos desarrollar. Por ejemplo, señala que alimentos fermentados como el kimchi, la remolacha roja, el vinagre de sidra de manzana, el yogur de leche de coco, los pepinillos encurtidos y el chucrut "pueden ayudar a proporcionar bacterias beneficiosas".
¿Cómo el microbioma puede protegernos del Covid-19? La microbióloga, que se dedica a investigar cuáles son las bacterias intestinales más importantes en un microbioma saludable, se ha concentrado en estudiar qué tienen los pacientes del nuevo coronavirus en materia de bacterias intestinales.
En EEUU, donde trabaja, la respuesta es contundente: enfermedades crónicas inmunosupresoras como la obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares. Esto se traduce en microbiomas defectuosos.
Por ejemplo, señala que no es casualidad que en ese país haya habido mayores índices de mortalidad por Covid-19 entre personas negras y latinas ya que estas sufren en mayor porcentaje de obesidad y diabetes debido a su mala nutrición.
Estas comorbilidades las exponen más al virus SARS-CoV-2 , así como a cualquier otro, y sus microbiomas, en desequilibrio, no pueden hacer mucho al respecto.
En este sentido, señaló: "Como científica que investiga las interacciones entre la dieta, el microbioma y la inmunidad, debo enfatizar la importancia de mejores políticas para mejorar el acceso a alimentos saludables, que conducen a un microbioma más saludable".. Y añadió la importancia del diseño de "intervenciones dietéticas culturalmente sensibles para las comunidades negras y latinas".
Aclaró que aunque una dieta saludable no previene por sí sola la infección por Covid-19 —así como ninguna otra—, sí puede hacer que su gravedad se modere y que su recuperación sea más veloz gracias a un microbioma equilibrado.
Conexión intestino-cerebro. Más allá de las enfermedades infecciosas, el microbioma intestinal puede estar relacionado también con las neurológicas.
Sobre ese tema ha estado investigando un equipo del Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT, por sus siglas en inglés), que creó un sistema denominado "órganos en un chip" en el que se replican tecnológicamente las interacciones entre el cerebro, el hígado y el colon.
Este sistema "arroja luz sobre cómo las bacterias en el tracto digestivo humano pueden influir en las enfermedades neurológicas", asegura un comunicado de la universidad.
Dado que las pruebas en ratones pueden resultar limitadas, ya que su fisiología es muy distinta a la de los humanos, el sistema tecnológico del equipo del MIT logró "modelar la influencia que los microbios que viven en el intestino tienen tanto en el tejido cerebral sano como en las muestras de tejido derivadas de pacientes con la enfermedad de Parkinson".
Por ejemplo, descubrieron que los ácidos grasos de cadena corta, producidos por el microbioma intestinal y transportado al cerebro, puede tener efectos muy diferentes en las células cerebrales sanas y enfermas.
"Si bien los ácidos grasos de cadena corta son en gran medida beneficiosos para la salud humana, observamos que bajo ciertas condiciones pueden exacerbar aún más ciertas patologías cerebrales, como el plegamiento incorrecto de proteínas y la muerte neuronal, relacionadas con la enfermedad de Parkinson", dice en el comunicado Martin Trapecar, postdoctorado del MIT y autor principal del estudio.
El equipo ha identificado diversas conexiones entre intestino y cerebro, y esto se traduce en eventuales enfermedades neuronales. Según explicó Trapecar, las investigaciones continúan orientadas a intentar entender cómo los ácidos grasos de cadena corta se relacionan con enfermedades neurodegenerativas.